Topic: Religions Tours
SANTA PAOLA FRASSINETTI
1882 d.C.
11 de Junio
En la ciudad de Génova, rodeada por el mar Adriático y con un buen puerto de mar, nació esta joven en el año 1809. Por su mente, abierta como el mar que contemplaban sus ojos, ideó, ya desde su juventud, la fundación de comunidades entregadas completamente a la educación de las chicas pobres.
No tuvo mucha suerte al principio. El mismo padre le aconsejó que dejara sus fundaciones para volver a casa, ya que las hermanas se le iban o enfermaban. Pero como era cosa de Dios, siguió adelante. La congregación nueva lleva por nombre “Hijas de la Santa Fe”. Más tarde se cambió este nombre por el de “Hermanas de Santa Dorotea”.
Aunque tenía un aspecto débil y delicado, su voluntad era un volcán que despedía de sí una constancia inquebrantable. En 1842 llegó su fundación a la propia Roma. Y en el mismo centro, en Santa María la Mayor, puso su primera escuela. Y poco a poco fue fundando nuevas escuelas en parroquias y en sitios en los que hubiera más necesidad educativa.
Los Papas Gregorio XVI y Pío IX le fueron confiando sitios o puestos de mayor responsabilidad. Ella los aceptaba como venidos de la mano de Dios. Cuando su obra se iba extendiendo muy aprisa, los franceses invadieron Roma. El Papa tuvo que salir para Gaeta.
Los soldados encontraron en ella y en sus hermanas una cálida acogida, ayuda, hospitalidad. Les tomaron tal afecto que, incluso cuando las veían por las calles, le hacían el saludo militar.
En 865 salió la primera expedición de misioneras para Brasil, Portugal y otros países. Murió el 11 de junio de 1882. Juan Pablo II la proclamó santa en 1984.
Paula Frassinetti es hija de Dios desde el día de su nacimiento, el 3 de marzo de 1809, recibiendo el Bautismo este mismo día en la Parroquia de San Esteban de Génova, su ciudad natal.
Nace después de José y Francisco. Paula crece serena en la casa paterna, que se verá alegrada después con el nacimiento de Juan y Rafael. Su madre es el ejemplo más vivo de virtud y la pequeña se abre delicadamente a la gracia divina que obra en ella maravillas. Según el plan de Dios, Angela, su buena madre no tendrá tiempo de ver los proyectos de Dios sobre su hija. Morirá dejando a Paula, todavía en la edad del juego, al cuidado de la casa. Son días de desorientación y dolor. Paula tiene 9 años.
No se ahorra fatigas y tiene con su padre, Juan Bautista, y con sus hermanos atenciones amorosas y delicadas, que le exigen no pocas renuncias y sacrificios.
Su Primera Comunión y el sacerdocio de su hermano José son momentos de profunda reflexión para ella, que ya siente en su corazón la llamada divina.
En la familia aprende a leer y a escribir y recibe la base de su formación. Su hermano José, avanzado ya en los estudios de Teología, le habla de las cosas de Dios y Paula escucha y acoge la palabra de Dios que penetra en su corazón. Percibe la llamada para seguir más de cerca al Señor y en ella resuenan profundamente las palabras del Maestro: «Quién ama a su padre y a su madre más que a mí, no es digno de mí».
Pero... hay un pero. Su padre no está de acuerdo: ¿Qué hará sin su Paulina? Y Paula se ve obligada a acallar ese deseo, esperando la hora de Dios. Y llega la ocasión.
A los 19 años experimenta un momento de cansancio dado el ritmo de vida agobiante al tener que desempeñar el papel de madre en la familia.
Su hermano Don José, ya Párroco de un pueblecito de la costa ligur la hospeda durante algún tiempo. El aire puro de Quinto es un buen remedio para su salud delicada. La vida en la parroquia es para ella un campo de aprendizaje de obras de bien, y poco a poco, con su cordial afabilidad atraerá a las jóvenes de aquel lugar. Todos los domingos van al campo a hablar de Dios. Los encuentros se repiten con frecuencia y el diálogo se extiende a otras jovencitas. Paula les revela el secreto de una vida dedicada totalmente al Señor y descubre sus aptitudes y su vocación de educadora. En torno a ella se forma un grupo comprometido que vive en comunión de amor. En su mente se clarifica la idea de un nuevo Instituto: así se lo confía a su hermano D. José.
Pronto, a pesar de los obstáculos y sufrimientos, el ideal será realidad. Son seis las compañeras que superan los primeros momentos, tan difíciles. Paula está decidida. En el signo de la cruz está el comienzo de su obra, aquella cruz que ella amará durante toda su vida y que le hará exclamar: «Quien más se sacrifica, más ama».
Así, el 12 de agosto de 1834, en el Santuario de San Martino in Albaro, siete jóvenes ofrecen su vida a Dios. La Misa la celebra su hermano D. José que las había preparado para ese paso tan importante. Son felices; pocas horas después, pondrían la primera piedra de su Instituto; comenzarían a vivir en comunidad, apoyándose en la única riqueza: Jesucristo. En realidad, no tienen nada, son pobres en la casita de Quinto que han elegido como primera morada.
Abren una Escuela para las niñas más pobres y así tienen que trabajar aún de noche, para sobrevivir. No falta el entusiasmo, y de ahí los primeros éxitos de la Escuela. Pero los caminos del Señor no son nuestros caminos: los sufrimientos representan para Paula la prueba de la Voluntad de Dios. El cólera infecta Génova y sus hijas están en primera fila para llevar ayuda y consuelo.
En 1835, un sacerdote de la región de Bérgamo, D. Lucas Passi, amigo de D. José, conociendo el celo apostólico de Paula, le propone acoger en su Instituto la Pía Obra de Santa Dorotea, fundada por él con el fin de acercarse a los jóvenes más pobres y necesitados en su ambiente de vida y trabajo. Paula percibe en la originalidad de esa obra su linea educativa y la dimensión apostólica de su consagración y por eso no duda en integrarla en las actividades de su Instituto. Sus hijas no se llamaran ya «Hijas de la Santa Fe» sino Hermanas de Santa Dorotea.
Es un momento importante para la vida de aquella comunidad que ve concretarse su inspiración original: «estar planamente disponibles en las manos de Dios para evangelizar a través de la educación, dando preferencia a los jóvenes y a los más pobres».
Surgen nuevas casas en Génova y después en el centro de la cristianidad. Apenas siete años después de la fundación, el 19 de mayo de 1841, Paula se encuentra en Roma, acompañada de dos novicias. También aquí surgen nuevas dificultades: la primera casa tiene dos pequeñas habitaciones situadas sobre un establo en el callejon de los Santos Apóstoles. Paula acepta todo, le espera una gran recompensa: será recibida por el Papa Gregogio XVI que se complace en la labor de sus Doroteas. Es feliz: le ha hablado el Señor.
Las incomodidades y los sufrimientos aumentan: pobreza y enfermedades afligen a aquellas heróicas hermanas que no tienen una moneda para sus necesidades.
En 1844 el Papa confía a Paula la dirección del Conservatorio de Santa María del Refugio, en San Onofrio. La madre con dulzura y caridad da al ambiente un nuevo aspecto y una orientación decisiva para el futuro de la Institución. Por su presencia en ella, la casa de San Onofrio será la sede generalicia.
El 1846, un espíritu antirreligioso, más que un pensamiento político invade Italia. En Génova son perseguidas también las Doroteas. Las hijas de Paula viven momentos de fuerte persecución. La tempestad llega también a Roma: Pío IX, sucesor de Gregorio XVI, se ve obligado a refugiarse en Gaeta. Cardenales, Obispos y Prelados se alejan de la capital. Paula permanece sóla al frente de una comunidad numerosa y con fe intrépida supera aquellos momentos dramáticos.
La borrasca se calma. Es el año 1850. Paula obtiene la tan deseada audiencia con Pío IX, que para ella es como un padre. Va a Gaeta empujada por el gran amor al Papa y a la Iglesia, recordando así el gesto de Santa Catalina de Siena.
Comienza la última etapa de la vida de la Fundadora, que podemos definir como el periodo de la gran expansión, puesto que el Instituto, además de consolidarse en Liguria y en los Estados Pontificios, extiende su obra al resto de Italia y del mundo. De hecho surgen en Roma varios Centros educativos y Paula inicia los trámites para abrir una casa en Nápoles, un internado en Bolonia y un orfanato en Recanati.
En 1866 marchan las primeras hermanas misioneras a Brasil. En el mismo año otra meta prometedora: Portugal.
Paula anima a sus hijas: «El Señor os llene de su Espíritu y os convierta en otras tantas llamas ardientes que donde tocan encienden el fuego del amor de Dios», les dice.
Las dificultades no cesan en el camino de los santos. Paula es una mujer de gran fe «El Señor nos quiere apoyadas sólo en El y si tuviéramos un poco más de fe, cuanto más tranquilas estaríamos en medio de las tribulaciones».
Vive el abandono completo a la Voluntad de Dios «única perla que debemos buscar» - dice ella - y que constituye su paraiso: «Voluntad de Dios, eres mi paraiso».
En 1878 muere Pío IX, el Papa que en sus numerosos encuentros con la Fundadora, tuvo siempre palabras de estima y de aliento para su obra apostólica.
Paula siente que su ajetreada vida terrena va a acabar. Son las primeras horas del día 11 de junio de 1882. Está serena.
Su muerte es dulce, tranquila y deja entrever los tesoros de su vida. Invoca a la Santísima Virgen a quien tanto ha amado siempre: «Señora mia, recuerda que soy tu hija».
8 de Junio de 1930, Paula es Beatificada!
11 de Marzo de 1984: las campanas de San Pedro repiten su toque festivo para anunciar que Paula es Santa.El himno de fiesta llega a los confines del mundo donde las Doroteas trabajan por la gloria de Dios y la expansión de su Reino:
Europa: España, Inglaterra, Italia, Malta, Portugal y Suiza.América del Norte: Estados Unidos.América latina: Brasil y Perú.Africa: Angola y Mozambique.Asia: Taiwan.
Y Paula «permanece viva en la Congregación a través del espíritu profundo que la anima: buscar siempre y en todo la mayor gloria de Dios en el mayor servicio a los hombres».
PABLO JOSÉ MARÍA FRASSINETTI (HERMANO DE PAOLA FRASSINETTI)
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La familia
Pablo José María Frassinetti nació en Génova en el distrito de la Parroquia N. S. de las Viñas el 15 de diciembre de 1804 y murió el 2 de enero de 1868.
Fue el primero de diez hijos: sobrevivieron solo cinco. Cuatro de ellos llegaron a ser sacerdotes; la única hija, la fuerte y dulce Paola, fue fundadora de la Congregación religiosa de las Hermanas de Santa Dorotea: Pío XI, en 1930, la elevó a los honores de los altares y Juan Pablo II, en 1986, la canonizó.
La base familiar no podía ser más rica y espléndida de vida cristiana, alimentada por la fuerte fe del padre, Juan Bautista y de la muy dulce piedad de la madre, Angela Viale, que guiaba a sus hijos uno por uno, a medida que iban llegando, al santuario de la "Madonnetta" (la Virgencita), para consagrar el corazón a María.
Cura - párroco
De sus sesenta y cuatro años de vida, cuarenta y uno los empleó en el ministerio sacerdotal, y la modesta y pobre parroquia de Santa Sabina en Génova llegó a ser por treinta años el centro polarizador e irradiador.
Antes había ejercido el ministerio por breve tiempo en San Esteban, en Génova, después, desde 1831 a 1839, como Párroco en Quinto. Aquí había conducido consigo a la hermana Paola y es aquí que ella, con la ayuda y bajo la guía de su hermano, dio inicio al Instituto de Santa Dorotea.
La personalidad
Fue muy simple y común, podemos decir sin ruidos, pero intensa y luminosa como su caridad, cuyo ejercicio se realizaba en forma tan silenciosa como heroica, no solo por la naturaleza que lo hacía despojarse de todo para sus pobres sino también por la total generosidad con la cual estaba dispuesto a donar hasta su vida. De esto dio prueba en situaciones dramáticas durante el cólera del 1835-37 y también en 1856.
Sus escritos contienen muy pocas referencias autobiográficas que sirven para reconstruir un personaje desde el interior: sin embargo justamente de sus escritos se pueden recoger desde el punto de vista doctrinal, humano y espiritual, las líneas más profundas de su rica y fuerte personalidad.
Ciertamente, la simplicidad y la amabilidad con que son redactados sus escritos forman en el lector una impresión de reserva y casi distancia, la misma que se prueba al primer encuentro con su imagen de ojos profundos en un rostro pálido como de asceta.
Tuvo por naturaleza un carácter muy fuerte - así decía de él la hermana Paola - y aquel fuego que le quemaba adentro quedó por toda su vida, pero con otro objetivo: un arder con amor de Dios.
El Pueblo se dio cuenta en seguida que en aquel cuerpo, hecho seco y demacrado por la penitencia, vivía un alma ardiente y dominadora. Era un acercarse a él "a todas las horas" de gente de todo estado, toda condición, cultura, religión, tanto que la iglesia de Santa Sabina no alcanzaba a contenerla toda.
La época histórica
Se encontró viviendo en un siglo que por varios aspectos fue de gran altura y por eso mismo de grandes problemas, por la tumultuosa decantación de todo aquello que un mundo en ferviente crecida hacía refluír como heredad de tiempos pasados y como levadura de nuevos. Dice el Cardenal Siri: "Frassinetti fue todo, solo y , por sus tiempos, tenazmente sacerdote. Él era un pastor un pastor de almas y entonces estimó su sagrado deber ocuparse solamente de aquellos aspectos doctrinales y prácticos que los movimientos, llamados liberales, determinaban en orden a la vida espiritual y moral del laicado y del clero.
Supo discernir con claridad de visiones las cuestiones meramente temporales y políticas de los superiores intereses religiosos y no permitió que estos fueran jamás subordinados a razones políticas.
Por este motivo, y solamente por este, atacó y lo hizo hasta el final - a hombres políticos como Gioberti, contra el cual escribió el célebre "Ensayo entorno a la dialéctica y a la razón de Vicente Gioberti" (1846) que le desencadenó en contra las iras del más equivocado cura del siglo pasado, y de todos aquellos que compartían el mismo pensamiento. Nació una polémica muy violenta en la cual participó con nobleza de altura pero pronto padeció las consecuencias: ya mirado de reojo por los seguidores y especialmente los familiares de Mazzini, por su lucha abierta, contra el jansenismo, fue envuelto en la indigna y violenta persecución que se desató en Génova con furor, primero contra los Jesuitas y las Congregaciones religiosas, que fueron disueltas, y después contra los simpatizantes de los Jesuitas, de Sturla y de Frassinetti: así el 18 de marzo de 1948 fue obligado a tomar el camino del exilio por un año.
Fecundidad del exilio
Dios que escribe derecho con líneas torcidas permitió que este tiempo resultara de gran ventaja para él y para los suyos. De hecho su espiritualidad, toda dirigida siempre a nuevos encuentros con el Señor, tuvo la posibilidad de concentrarse en íntima oración de tal forma que le hará definir aquel período como "el más feliz" de su vida.
Además la austeridad que ordenó su vida, ya caracterizada por un estilo de franciscana pobreza desde chico, le regaló una más exquisita sensibilidad en el gusto y en el amor por la cruz, que le permitirán entrar a fondo en el espíritu de las mejores páginas de San Juan de la Cruz. También fue en aquel tiempo de exilio en el cual el "se enamoró" de las obras de Santa Teresa de Ávila.
El descubrimiento de Santa Teresa tuvo una grandísima importancia en la vida y en las obras del Siervo de Dios. De la meditación de aquellas páginas el sacó alimento para sus discreciones, su medida y ponderada prudencia que constituyen el admirado fondo psicológico de todos sus escritos y en particular de su "teología moral".
Acción pastoral
Su acción se colocó en un plano totalmente religioso y eclesial. El primer problema fue la formación espiritual y cultural del clero y en modo particular del clero joven, por el cual tenía mucha inquietud de apostolado desde el alba de su sacerdocio. En verdad esta era una prioridad para la vida de la Iglesia y de Génova en especial.
Pastoral vocacional
Frassinetti desarrolló dos planes de trabajo: el primero dirigido a la acción a largo plazo para fortalecer las filas del clero; el segundo a una acción intensa y penetrante para la santificación y actualización cultural del mismo clero.
El siervo de Dios procuró facilitar la actuación y la difusión de estas ideas, casi en la totalidad ideas nuevas para su tiempo. Lo hizo fundando asociaciones y pías uniones de las cuales pudieran nacer vocaciones sacerdotales y religiosas.
Entre estas instituciones hay que señalar en primer término la "Pía Unión de los Hijos de Santa María Inmaculada" fundada por él en Santa Sabina el 14 de noviembre de 1860 con tan sólo cuatro jóvenes. Ella se proponía formar laicos que, encarnando con mucho coraje el ideal evangélico de la castidad perpetua, de la práctica de la pobreza y de la obediencia, tendieran a conseguir la perfección cristiana y se rindieran disponibles operadores del evangelio para llevar almas a Dios con el ejercicio de la caridad.
Enseguida creció fuerte por número de asociados y por intensidad de vida espiritual, tanto que el Prior la transformó en "Obra de los Hijos de S. María Inmaculada".
De esta, como de otras instituciones suyas el Prior tuvo solamente la alegría del sembrador, no la alegría plena de aquel que cantando cosecha las mieses. Pero aquella Obra, bajo la dirección firme del P. Antonio Piccardo, donó centenares de sacerdotes a la Iglesia (420 sacerdotes de los cuales 20 misioneros en América, India y China; 51 Religiosos, 4 Obispos).
El Papa San Pío X, en 1904, por "motu propio" erigió esta Obra en Congregación religiosa de derecho pontificio.
Formación del Clero
La santificación y la actualización cultural del clero fue el otro objeto de su vida. Desplegó una actividad con tanto amor hacia sus hermanos en el sacerdocio y con tal intuición de las exigencias de los tiempos nuevos, que solo bastaría para coronar toda su vida santa.
Servicio parroquial
Todo este fervor de trabajo no quitaba para nada el compromiso pastoral que el tenía como párroco para su rebaño. El primer don que el hacía a ellas era la constante luminosidad de su ejemplo, como modelo perfecto de todas las virtudes humanas y sacerdotales.
El brillaba de tal forma en las virtudes que resulta difícil decir cual era su característica: entre su inmaculada pureza, su ardor eucarístico, su humildad y pobreza, el incontrolable apego a la fe y al Papa que lo hacía dispuesto a sellar con su sangre su amor declarado, su ternura confiada a la devoción filial de María, aquel equilibrio perfecto que supo realizar en sí mismo capaz de asignar siempre su verdadero lugar en su pensamiento y en su actividad a las características de la naturaleza y de la gracia, a las pasiones, a las virtudes, a la imaginación y a la inteligencia, al corazón y a la voluntad, a las criaturas virtudes, a la imaginación y a la inteligencia, al corazón y a la voluntad, a las criaturas y a Dios por el cual resulta un conjunto armonioso que para el alma es paz y fuerza y para quien observa desde afuera es espectáculo de unidad y de belleza.
Apóstol para todos
Con todas sus fuerzas se puso a trabajar. Habló con gran simpleza al hombre del siglo XIX del plan de salvación concebido por el Padre y realizado por Jesucristo. A todos habló de la estupenda realidad de su vocación sobrenatural de Hijo de Dios, del infinito amor del Padre en Cristo Jesús, en quien todos hubiesen podido encontrar su autenticidad como hijos del Padre celestial, con la posibilidad de elevarla hacia la perfección de la caridad.
Esta es la esencialidad de los contenidos de su acción ascética que llevó a las almas no con el ímpetu de un gran río, sino con muchos pequeños y grandes arroyos que corrieron por todos lados frescos y límpidos. Realmente este apóstol, mediante sus escritos, llevo el ideal de la auténtica vida cristiana a cada espíritu y dentro de "cada casa".
Su "Consuelo del alma devota" fue como un abrirse de par en par de las puertas de la santidad, cerradas por el Jansenismo a todas las almas. "La monja en casa" y "El Religioso al siglo" fueron estimulantes propuestas de metas fuertes de vida interior y de apostolado laico. "El Padre nuestro de Santa Teresa" y "El Paraíso en tierra". "El banquete del amor divino", con toda la variedad de múltiples folletos, libritos (algunos de ellos traducidos en varios idiomas con gran número de copias), indicaron a los hombres del árido siglo racionalista y materialista los caminos en los cuales se encontraba Dios vivo y verdadero para gozar de la inefable intimidad.
La última tarea
Hacia el final de 1867 llevó a la imprenta el último escrito, su testamento de amor y de fe "El banquete del Divino Amor". Después lo atacó una pulmonía fulminante. El primero de año de 1868 recibió la Eucaristía como viático.
El dos de enero, mientras agonizaba "buscó con la mano ya fría la medalla de la Virgen que tenía colgada al cuello por medio de una soguita, la besó con mucha devoción, escribió Fassiolo, que estaba allí presente. Poco antes de las tres de la tarde, José Frassinetti se durmió serenamente en el Señor".
Bob Frassinetti,.......